Estamos aqui por puro azar. Es tal la improbabilidad de
que existiéramos que me permitirás el título de esta entrada y lo entenderás mejor si me
dejas que te cuente en qué baso esta afirmación.
¿Qué es el azar? El azar es
una casualidad presente en cualquier fenómeno caracterizado por causas complejas.
Es sinónimo de aleatorio, accidente, fortuito, chiripa, chamba, imprevisible,
impensable, inesperado. Existimos por todo lo más alejado a conceptos como
destino, predestinación, fatalidad, hado.
Nuestra existencia se debe
a la formación fortuita del género Homo
y dentro de él de la especie que llamamos sapiens
y de la que formamos parte. Esta formación viene determinada por la aparición
de una enorme cantidad de variaciones producidas por azar y seleccionadas por
la selección natural a lo largo de muchos milenios. Este azar creador está
causado por varios tipos de azares o de probabilidades, algunas muy bajas,
otras infinitamente bajas, que paso a contarte con tu permiso.
El primer azar es debido a la probabilidad de que apareciese un genoma con una
información, presente en la secuencia u orden de las cuatro letras del ADN, que
diese lugar a nuestra especie.
Todos los seres vivos nos
reproducimos transmitiendo a nuestros descendientes la información de cómo
fabricar un individuo similar. Esta información está contenida en el orden de
las letras A, T, G y C de nuestro ADN. En la mayoría de seres vivos esta
información está contenida en unos 20 mil genes, incluyendo a casi todos los
mamíferos, aves, peces, anfibios, insectos, gusanos, y muchas plantas. Este número
de genes ocupa, aproximadamente, cien millones de letras del ADN. Todos los
seres vivos no nos diferenciamos en todas estas letras, ya que tenemos una
buena cantidad de genes o partes de ellos que son comunes. Suponiendo que nos
diferenciásemos en, digamos, sólo el diez por ciento de ellas, tendríamos unos
diez millones de letras diferentes. ¿Saben cuántos genomas diferentes podrían
salir? Si en cada posición de la secuencia del ADN puede darse una de entre
cuatro letras, en dos posiciones cabrían 4x4 combinaciones, en 3 cabrían 43
órdenes o secuencias diferentes; con sólo 500 letras diferentes podría salir un
número casi infinito de genomas, tal que un 1 seguido de 300 ceros, es decir
que habría para todas las especies que han surgido y que lo harán hasta el fin
de la vida de muchos millones de millones de planetas como el nuestro; y con
diez millones de letras diferentes podrían salir...
En segundo lugar, ¿cual es la probabilidad de que se diesen todas las especies
intermediarias para que apareciera la especie a la que pertenecemos, Homo sapiens, sin romperse ningún eslabón
de esta enorme cadena? Sabemos que a lo largo de los últimos 550 millones de años
se han sucedido cinco (seis según algunos autores) extinciones masivas, cada
una con la eliminación de un elevado porcentaje de las especies que existían,
además de las desapariciones fortuitas individuales. En términos muy generales
podríamos decir que cada especie, o algún eslabón intermedio en su evolución, tuvo
una probabilidad del uno por ciento de no desaparecer en cada extinción, lo que
significa que de todas las especies aparecidas en el planeta sólo han
contribuido a la formación de las especies actuales una de cada 1010
especies. Es decir que la probabilidad de que la cadena que ha dado lugar a
nuestra especie no desapareciera en algún momento es 1/1010, lo que
tiene la misma probabilidad que de que nos toque el gordo de la lotería de navidad
y el primer premio de la lotería nacional de todos los jueves del año durante más
de mil novecientos años seguidos. Dificilillo, ¿no?
La última gran extinción,
en la que desaparecieron todas las especies de dinosaurios (habían dominado la
Tierra sin competencia durante más de 165 millones de años) y muchas otras,
ocurrió hace 65 millones de años y estuvo causada por la caida de un aerolito
que impactó en la península de Yucatan. Gracias a este hecho fortuito, los mamíferos,
representados solamente en algunos pequeños roedores nocturnos, dejaron de ser
alimento de aquellos insaciables comilones y, además de hacerse diurnos y
aumentar sus poblaciones, dieron lugar a una enorme diversificación de nuevas
especies.
Todos los mamíferos que hoy
conocemos aparecieron tras esta extinción, incluidos los homínidos. Si no se
hubiese dado este accidente por puro hazar, es muy probable que el planeta
estaría hoy gobernado por los dinosaurios y no por nosotros que no existiríamos.
En tercer lugar juega el índice de natalidad de un gran número de parejas en cada una
de las generaciones anteriores a nosotros. Si en esa cadena con múltiples
ramificaciones hubiese fallado un sólo eslabón, la cadena habría desaparecido.
Veamos la cadena al revés.
Existimos porque nuestros padres se conocieron y tuvieron un descendiente que
somos nosotros. Ellos, a su vez, existen porque sus padres, dos parejas,
hiceron lo mismo. El tercer eslabón está formado por nuestros ocho bisabuelos.
Observa que el primer eslabón está formado por dos personas, el segundo por
cuatro, el tercero por ocho, que en lenguaje matemático es 21, 22
y 23. Es decir que al cabo de diez generaciones tendríamos 210
antepasados que son 1.024 personas. Como se estima que tenemos unas tres
generaciones por siglo, esos 1.024 antepasados debieron existir, conocerse y
aparearse hace unos 330 años, es decir en los alrededores de la década de 1680.
Si seguimos hacia atrás nos encontraríamos con que el número de personas en nuestra
cadena de antepasados pronto superaría al número de habitantes de su época en nuestro país e, incluso, de todos los miembros de la especie humana en esas
fechas ya que, por este razonamiento, en el año 1280 tendríamos tantos
antepasados como personas existían en la península Ibérica en esa fecha y en
el 1080 serían antepasados nuestros toda la población mundial.
Evidentemente esto no es
real y se entiende porque en numerosas ocasiones, principalmente en las que las
poblaciones eran poco numerosas, se han dado apareamientos entre personas con
un alto grado de parentezco, lo que quiere decir que compartían algunos
antepasados comunes. Esto explica que el número de personas individuales que
han participado en la cadena que nos ha engendrado no es igual a 2 elevado al número
de generaciones que queramos estudiar, sino un número variable, pero sin
interrupción alguna a lo largo de los siglos y milenios.
En la cuarta posición –en el tiempo, que no en importancia– de nuestro
azar se sitúa uno de los casos con una extraordinaria baja probabilidad de que
ocurriera. Cada uno de nosotros estamos aqui por el azar de formarse y de unirse
un determinado espermatozoide y un óvulo determinado. Saben cuántos
descendientes distintos podrían haber producido nuestros padres? Pues del orden
de 104200, un número enormemente mayor que el número total de átomos
que existirían en 52 universos parecidos al nuestro.
Este es el cálculo del número
de gametos por persona (sáltate este párrafo si no te gustan los números). En números
redondos tenemos 30.000 genes de los que de unos 2.100 podemos tener las dos
copias distintas. Si fuese un solo gen del que tuviese las dos copias distintas
daría para dos gametos diferentes, que con los dos del otro sexo darían 4
posibles descendientes distintos. Si las dos copias fuesen distintas en dos
genes, se formarían 4 gametos por cada sexo y darían 16 combinaciones
diferentes. Así, y suponiendo libre recombinación entre ellos, es decir que se
repartan todas las parejas de copias distintas de los genes al azar entre los
gametos, se formarían 22100 gametos diferentes que darían para 24200
descendientes genéticamente diferentes o 101264. Como este número no
te dirá nada, lo podemos comparar con el número de átomos que se estima hay en
todo el universo observable (incluyendo planetas, estrellas, cometas,
asteroides, etc., de todas las galaxias) que es de 1080, átomo más o
átomo menos. De ahí que el número posible de hijos genéticamente distintos de
una pareja sería equiparable al total de átomos de 52 universos similares al
nuestro.
Ya sé que algún puritano de
la Genética dirá que el ligamiento de los genes cercanos disminuiría el número
de gametos distintos, pero no he incluido en estos números a los muchos genes que
no tienen dos variantes sino muchas, lo que contribuye a que el número
calculable de hijos sea aún muy superior.
En cualquier caso, la
probabilidad, antes de ser gestados, de que pudiéramos existir es prácticamente
el valor más cercano a 1/infinito
que es igual a cero. Era totalmente imposible que existieramos tanto tú como yo,
pero una sucesión de azares, todos ellos casi imposibles, causaron nuestra
existencia.
Por la existencia de uno sólo
de nosotros no existe alguno de los millones de millones de millones ... de
individuos diferentes a mi que hubieran podido nacer en mi lugar y que
nunca lo harán. En esto se basa nuestra individualidad y singularidad, nuestra
originalidad e irrepetibilidad.
Esta enorme potencialidad
de la vida me lleva a creer que, si se diera una extinción masiva en la que
desapareciera casi la totalidad de los seres vivos y quedasen solamente algunas
especies de bacterias, protozoos, algas y hongos, para que las moléculas básicas
siguieran siendo las mismas, la vida reaparecería de nuevo creando otros seres
vivos, otras especies completamente diferentes a las que podamos conocer, se
crearía una biosfera totalmente distinta a la conocida. Incluso podrá darse
eventualmente la aparición de seres inteligentes que con toda probabilidad no
se parecerían en nada a nosotros. Tal es la capacidad de variabilidad del ADN.
El mismo razonamiento
serviría para otros planetas en los que la vida pueda darse incluso con las
mismas moléculas que en el nuestro. Las enormes posibilidades de variación en
una secuencia de ADN hacen que encontrar un mundo con seres parecidos a los del
nuestro tiene una probabilidad de 1/infinito, es decir imposible.
¿Tiene sentido ahora el título
de esta entrada?
Que todo el mundo se entere
que nos ha tocado a nosotros vivir y que nunca habrá otro igual.
Sobre el mismo tema ver la entrada http://alfoogle.blogspot.com.es/2010/10/por-que-estamos-aqui.html
Sobre el mismo tema ver la entrada http://alfoogle.blogspot.com.es/2010/10/por-que-estamos-aqui.html
Y probablemente nuestro propio universo proceda de una fluctuación de la entropía en el espacio tiempo tan improbable o más que nuestra propia existencia. Cuando afirmamos en los velatorios "no somos nada" en realidad estamos siendo muy generosos: somos mucho menos que nada en probabilidad.
ResponderEliminarinteresante comentario...
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