"Vivir en el mundo sin conocer las leyes de la naturaleza es como ignorar la lengua
del país en el que uno ha nacido"


Hazrat Inayat Khan (místico musulmán sufí)
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¿Somos libres para decidir nuestra religiosidad?


¿La religión que profesamos y la espiritualidad que tenemos, son una creación cultural transmitida de generación en generación o nuestros genes nos hacen ser como somos?

Un concepto normalmente aceptado por la mayoría es que estamos determinados por los genes a pertenecer a algún grupo dentro de una escala que va desde el pragmatismo al idealismo, desde el escepticismo a la credulidad, y desde el materialismo a la espiritualidad. Sin embargo creer en uno u otro dios es una cuestión cultural que se adquiere por nuestro desarrollo mental en un determinado ambiente. Las particularidades de cada dios y de la religión son producto de la cultura de cada pueblo y de cada época, pero la predisposición a tener una mayor o menor espiritualidad está condicionada por nuestros genes (Hamer, El gen de dios, 2006).

Primero sepamos de qué hablamos diferenciando las dos palabras. Religión es el conjunto de creencias y dogmas acerca de un dios; la espiritualidad está relacionada con sensibilidad, poco interés en lo material e inclinación hacia lo espiritual (ver RAE). La experiencia cotidiana nos enseña que una persona religiosa puede tener una profunda espiritualidad o tenerla muy escasa y, de la misma manera, una persona que no cree en ninguna religión puede tener una elevada o ninguna espiritualidad. Como diría un castizo, "hay gente pa tó".

Si bien está clara la diferencia entre estos dos conceptos, también es evidente que una persona muy religiosa tiene una alta espiritualidad y viceversa; a esta asociación de religión y espiritualidad permítanme que las englobe en este artículo con el término religiosidad. De la misma manera se da una alta correlación entre materialismo y ateismo. Estas relaciones no impiden, sin embargo, que puedan darse, aunque más raramente, ateos espirituales y creyentes materialistas.

Si la religiosidad estuviese determinada por nuestros genes deberíamos encontrar un comportamiento más o menos religioso-espiritual relacionado con algunas enfermedades causadas por alteraciones del cerebro o de nuestros genes.

Crespi y Badcock, 2008, Kanazawa, 2008, y muchos otros sugieren que los esquizofrénicos, que son hipermentalísticos y paranoides, pueden estar más predispuestos a la religiosidad y a ver la mano de dios detrás de los fenómenos naturales, mientras que, en el extremo opuesto, los autistas serían menos religiosos debido a su hipomentalismo. La experiencia clínica con pacientes esquizofrénicos y psicóticos confirma completamente esta idea. El psicótico está más preocupado por cuestiones religiosas y en general encuentra significados "ocultos" (sobrenaturales) a situaciones que para los demás son naturales.

Un fenómeno que se da con cierta frecuencia, conocido como apofenia, consiste en percibir la existencia de patrones, como caras o figuras o conexiones entre sucesos, allí donde no los hay. De ese modo se otorga sentido o significado a algo que carece de él. Todas las personas tenemos, en mayor o menor medida, una cierta tendencia a buscar (y encontrar) patrones en una gran variedad de situaciones (caras o animales en la forma de las nubes, de montañas, de manchas en las paredes, etc. Si en Google maps por satélite pones las coordenadas +50º 0' 43'', -110º 6' 52'' te saldrá una montaña de Canadá con cara de indio incluidas las plumas).

Caras de Belmez
Además de para ver lo que no hay, podríamos estar evolutivamente diseñados para inferir intenciones detrás de los fenómenos naturales, ya que la consecuencia de sobreinterpretar erróneamente la intencionalidad –mostrarse paranoico ante fenómenos perfectamente naturales (ej. un ruido inesperado en el bosque)– es menos costoso en términos evolutivos que la consecuencia de no deducir una intencionalidad erróneamente y ser atacado por los depredadores y enemigos cuando menos lo esperas (Haselton & Nettle, 2006). Por lo tanto, la selección natural nos llevaría a ser un poco paranoides porque potencialmente esto podría salvar nuestra vida y podríamos ser religiosos porque somos paranoides y vemos la "mano de dios" detrás de fenómenos perfectamente naturales. Las recientes teorías evolutivas sugieren que la religiosidad no es en sí una adaptación sino un subproducto de otras adaptaciones psicológicas.

En su interesante libro "El dios de cada uno" (Alianza edt., 2011), el profesor Francisco Mora describe algunos estudios realizados sobre conocidos personajes ultrarreligiosos analizando la biografía y sus propios escritos en los que describieron múltiples visiones, alucinaciones y delirios y sus interpretaciones sobrenaturales. Parece ser muy probable que la elevada religiosidad de estas personas estuvieron influidas por enfermedades tales como la epilepsia de Pablo de Tarso, la esquizofrenia de Francisco de Asís o la bien documentada epilepsia del lóbulo temporal de Teresa de Ávila cuyos síntomas fueron contados por ella misma.

Esta tendencia a detectar fenómenos o imágenes inexistentes se puede ver fuertemente acentuada por efecto de determinadas patologías, como las ya mencionadas, o del consumo de drogas, como las anfetaminas, en los que se pueden ver imágenes que nadie más puede ver. Según el catedrático de fisiología Francisco Mora, la apofenia puede explicar fenómenos considerados paranormales, así como fenómenos perceptivos de contenido religioso, como las apariciones de santos, de vírgenes o del mismo dios. Según este autor, ver imágenes inexistentes no debiera ser considerado extraordinario; lo que sí es extraordinario es que las visiones y pensamientos que surgen en la mente como consecuencia de un estado patológico sean interpretados como sobrenaturales. El propio título de su último libro, "El dios de cada uno", resume la idea de que no existe ningún dios universal sino que cada uno crea en su propia mente un dios adecuado a su cultura y sus necesidades. Durante algunos milenios las gentes eran luchadoras y las guerras estaban a la vuelta de cada disputa o de cada loco por el poder,  y así el dios creado por Moisés era un dios belicoso, guerrero, colérico,  cruel, implacable, al que se le pedía que destruyera al enemigo, un dios que cuando algo no le gustaba mandaba fuego, plagas o inundaciones para librarse del mal.

¿Qué hace que nuestro cerebro nos haga ser más o menos proclives a la religiosidad? Parece que esta tendencia está causada por el neurotransmisor dopamina.

Según el neuropsiquiatra Peter Brugger, la apofenia es consecuencia de una actividad excesivamente alta del sistema dopaminérgico. Recientemente, Sazaki y otros encontraron en varios estudios que las personas con variantes del gen del detector de la dopamina DRD4 que le hacen tener mayor sensibilidad, tienen una mayor respuesta a ciertos estímulos ambientales y son más espirituales.

A partir de estos trabajos, Fred Previc ha desarrollado una teoría en la que considera que los niveles altos de dopamina en el cerebro pueden estar relacionados con las llamadas experiencias religiosas y llevaría a una persona a ser un ardoroso seguidor de una religión. Según su teoría, el exceso de dopamina puede llevar a una persona a interpretar una experiencia anómala, pero natural, como algo de naturaleza mística o espiritual y encontrar patrones inexistentes de causalidad al punto de llegar a convencerse de que estaban predestinados por una fuerza sobrenatural y llegar a convertirse en un fanático defensor de su dios. En esta misma línea, varios trabajos recientes describen un aumento de los niveles de dopamina durante la meditación y en algunos trances.

En un interesante trabajo (Newberg 2012) se describe un experimento en el que se mostraron en una pantalla palabras y caras no demasiado claras a personas religiosas y no creyentes. El resultado fue que los religiosos eran más propensos a verlas donde los no creyentes no lo hacían. Sin embargo, cuando a los más escépticos se les inyectó dopamina fueron capaces de ver las figuras codificadas que antes no veían.

Los recientes estudios neurológicos llevan, por tanto, a determinar que somos espirituales o materialistas, creyentes o ateos, dependiendo de si nuestros genes nos hacen tener una mayor o menor cantidad de dopamina en nuestro cerebro. Una elevada dopamina causa una mayor religiosidad y credulidad, y esto es innato, mientras que la creencia en uno u otro dios, depende exclusivamente de donde hayamos nacido, por lo tanto de la cultura que hayamos recibido, y esto es creación humana.

Esta entrada fue originalmente publicada en Amazings el 2-abril-2012 donde puedes leer una excelente discusión pública sobre el tema en 55 comentarios.

Sobre el tema de la implicación de la dopamina en la religiosidad quiero incluir aqui una excelente revisión que ha llegado a mis manos muy posteriormente a la redacción de esta entrada, pero que su lectura recomiendo a aquellos que pueden albergar alguna duda sobre esta implicación:  Previc, F. H. The role of the extrapersonal brain systems in religious activity. Consciousness and Cognition 15: 500-539 (2006) (pdf).
También se merece nuestro tiempo la lectura de las entradas: http://neuropolitics.org/defaultmar08.asp y http://neuropolitics.org/defaultjun08.asp

3 comentarios:

  1. Interesante artículo. Usted fue profesor mío durante el 2002 y todavía recuerdo aquella cuerda que mostraba en el aula para explicar los giros y las topoisomerasas del ADN. Hoy soy profesor de secundaria y, por emulación, llevó una cuerda parecida a clase con el mismo efecto en los bachilleres (aunque ya pronto quedará diluida en power points y rotafolios). Solamente quisiera hacerle una pequeña disquisición acerca de su concepción de la Ciencia. Y no es por resentimiento ni por unas sugestivas lecturas de Heidegger o Nietszche, sino una crítica acerca del saber, ya sea este ideal, místico o empírico. Como usted bien expone, ciertas ideas pueden provenir de una supuesta hiperactividad de las vías dopaminergicas en regiones mesolímbicas o creativas o como quieran localizarse, sin embargo, si esas ideas no pasan por el engranaje metodológico de la Ciencia no serán tomadas como verdaderas (Verdad=Existencia). Pero ¿acaso Jesús no fue más verdadero que el gen egoísta de Dawkins? ¿Porqué el Proyecto Genoma Humano es un arquetipo de saber si todo él está envuelto en un mundo caótico: lleno de moduladores, operones, modulones, regulones, epigenómica y demás avatares? ¿No cree usted que la Ciencia, desde los altares del sistema económico preponderante, se ha tornado en el Dios y credo de los proyectos como bien dice el señor Lewontin? ¿No se concluye con subjetividad un experimento si este requiere de otros sucesos no excluyentes? ¿No cree que la Ciencia para ser quizás más auténtica y verdadera debería padecer, al menos en su ideario, más hambre que el Arte?

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    1. Me alegro que el método didáctico del uso de cuerdas para entender el ADN te sea útil para tu docencia. No lo cambies nunca, es mucho más didáctico que cualquier sistema visual estático.
      De mi concepto de la Ciencia no puedes escribir aqui, como no lo haces, porque yo no he hablado de él. Sobre las ideas que mencionas quiero expresarte mi opinión, aunque creo que tienen muy poco que ver con el contenido de esta entrada.
      Dices: "las ideas que no pasan por el engranaje metodológico de la Ciencia no serán tomadas como verdaderas (Verdad=Existencia)" idea que nunca he dicho y que, además, creo que es incorrecta. Las ideas no son ni verdaderas ni falsas, son sólo ideas y, como tales, salidas de la mente de una o más personas. Esas ideas pueden ser aceptadas o no por otras mentes, pero jamás impuestas. Por muchas personas que acepten esas ideas no se puede concluir que sean verdaderas. En este concepto de idea incluyo la política, el arte, la literatura, la religión o creencia en un dios y muchas más. Lo que, como dices, pasa por el engranaje metodológico de la ciencia, tampoco es la verdad. Lo que percibimos con nuestros sentidos se acercan un poco a la verdad, pero tampoco lo son. Los colores no existen, existen las ondas visibles que nuestro cerebro convierte en colores que no son los mismos para todos. El mundo que vemos no es más que la representación de lo que nos rodea recibida por nuestros sentidos y elaborada por nuestro cerebro de acuerdo con su funcionamiento, con nuestro aprendizaje y de acuerdo a un montón de otros factores internos y externos. Es decir, que podríamos decir que ni siquiera lo que vemos o tocamos es totalmente verdadero.
      Cuando hablamos de ciencia hablamos de hipótesis que hemos elaborado para explicar las observaciones de nuestros sentidos. Esas observaciones deben ser repetibles, si cada observador observara algo distinto sería imposible dar una explicación. Las explicaciones propuestas deben ser empíricas, que quiere decir que se deben basar en experiencias cuantificable, medibles, ya que una hipótesis no medible difícilmente se puede comparar con otra alternativa que sea también no medible. Y, siguiendo al filósofo de la ciencia Karl Popper, una hipótesis científica no se puede demostrar que sea cierta pero sí se puede demostrar que sea falsa, es lo que se conoce como la falsabilidad de la ciencia. La ciencia, por tanto, no elabora verdades sino que, a partir de datos repetibles, elabora hipótesis para explicar esos datos que luego somete a nueva experimentación para encontrar los errores. Finalmente las ideas que han pasado por el filtro de muchos ensayos de muy diversas personas y métodos son normalmente aceptadas como verdaderas, aunque siempre estarán sujetas a que un solo dato en contra de una idea aceptada hará que deje de ser aceptada y se tendrá que cambiar por una nueva hipótesis.
      Es decir, la verdad no existe, por lo que tu frase es incorrecta. Tendrías que cambiarla por "las ideas científicas más aceptadas son más creibles". En la historia de las ciencias hay muchos ejemplos de ideas muy poco creibles por la mayoría que con el tiempo han pasado a ser las más creibles.También lo contrario ha ocurrido en muchas ocasiones.
      Por tanto, no creo que la ciencia se haya convertido en el dios de nadie, mucho menos desde ningún altar de los sistemas económicos preponderantes que desde luego no es a la ciencia a quien benefician con sus ganancias como demuestra con toda claridad la crisis actual.

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  2. Interesante. Creo Alfonso que en un proximo blog debes analizar la genetica de los patrones de neurotransmisores que determinan que unas personas sean mas de izquierdas y otras mas de derechas. Creo que hay un gran paralelismo con la susceptibilidad a la religiosidad.

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