dedicado a Mirta la viajera
Miedos,
odios y temores contra el diferente, contra personas de otra etnia, cultura u
origen, pueden ser eliminados gracias a la Genética.
Tres
avances conceptuales de la Genética nos ayudarán en este menester. 1) Todos los
humanos somos más iguales de lo que creemos. 2) En la búsqueda de la pareja
sexual, el diferente tiene más éxito. 3) En la evolución tienen más ventajas
los más diferentes.
Durante milenios el hombre tuvo miedo de lo nuevo, de lo que no conocía. Como consecuencia tuvo miedo del que era distinto a él y a su grupo. Rechazó o, incluso, atacó con ánimo de eliminar, todo lo que era nuevo, distinto, diferente.
De
la misma manera, sintió miedo de cosas como el Sol, la Luna, el rayo, la lluvia.
No tenía explicación que le aclarase su naturaleza, no lo podía modificar, era
superior a él mismo por lo que acabó convirtiéndolos en dioses a quienes sólo
podía pedir que fuesen benévolos con su pueblo, pero nada más.
Hoy
la Ciencia ha dado explicación a muchos fenómenos naturales y ha destronado de
sus altares a dioses inescrutables. Hemos cambiado unos dioses por otros, hemos
eliminado unos miedos para crearnos otros, pero seguimos teniendo como gente non grata a aquellos que no son como
nosotros. En su forma más extrema se llega, incluso, al odio o a desearles la
muerte. Es la denominada xenofobia.
Habrá que esperar que la Ciencia, de nuevo, salga al quite para destronar estos
demonios y eliminar odios inexplicables.
Miedos,
odios y temores contra el diferente, contra personas de otra etnia, cultura u
origen, pueden ser eliminados gracias a la Genética.
Tres
avances conceptuales de la Genética nos ayudarán en este menester. 1) Todos los
humanos somos más iguales de lo que creemos. 2) En la búsqueda de la pareja
sexual, el diferente tiene más éxito. 3) En la evolución tienen más ventajas
los más diferentes.
1)
Que todas las personas estamos hechas de los mismos átomos y moléculas no es
nada nuevo, como no lo es tampoco que todos tenemos los mismos tipos de células
y tejidos, órganos y estructuras, y que todo ello funciona siguiendo idénticos
mecanismos bioquímicos y fisiológicos.
Sin
embargo, todos nos consideramos distintos a los demás, irrepetibles. La
explicación de esta individualidad se encuentra en la herencia recibida de
nuestros padres, en nuestros genes. La Genética del siglo XX nos ha enseñado
que tenemos una determinada variabilidad en nuestros genes y que con esa
variabilidad una sola persona podría generar un número de células reproductoras
diferentes (espermatozoides los varones, óvulos las hembras) muy superior al
número total de átomos que se calcula existen en todo el Universo. Tal es esta
variabilidad que no podría darse dos personas genéticamente idénticas,
exceptuando los gemelos, aún en muchos millones de millones de veces el número
total de humanos que han habitado, habitan y probablemente habitarán nuestro
planeta.
En
las últimas dos décadas hemos aprendido a leer el genoma humano, es decir poner
en orden los 3.200 millones de letras que componen nuestro ADN. Al realizar
esta lectura de los ADN extraídos de individuos pertenecientes a países,
continentes y etnias diferentes y comparar las diferencias entre unos y otros,
nos hemos llevado una sorpresa que nadie esperaba.
Dos
personas escogidas al azar se diferencian, por término medio, en el 0,1 % de
sus genomas, es decir en una de cada mil letras de sus ADNs o, lo que es lo
mismo, tienen 3,2 millones de letras diferentes. De forma intuitiva todos
esperamos que esas diferencias fuesen más elevadas entre personas de diferentes
etnias, mientras que los naturales de un mismo país serían más parecidos en sus
secuencias de letras. La sorpresa vino cuando se analizaron las secuencias de
personas de diferentes partes del mundo. En contra de lo esperado se ha podido
observar que de todas las diferencias habidas entre dos personas, el 85-90 % de
ellas se dan entre personas de un mismo continente, mientras que el restante
10-15 % es el debido a pertenecer a diferente continentes. Es decir, que las
diferencias debidas exclusivamente a la pertenencia a etnias diferentes sólo
suponen este 10-15 % de la variación en el ADN.
Dos
conclusiones: Somos mucho más iguales de lo que siempre creímos y las
clasificaciones de los grupos humanos en razas distintas no están basadas en
diferencias genéticas sino en meras variaciones externas del color de la piel,
tipo de pelo, altura y otras características debidas, principalmente, a
adaptaciones a diferencias climáticas.
2)
Cuando una persona, como cualquier otro animal, busca pareja para reproducirse,
es evidente que lo hace en el entorno donde se mueve habitualmente. Igualmente
resulta evidente que se busca a alguien similar –los altos las prefieren altas,
las gordas las prefieren gordos– pero no siempre es así.
Diferentes
experimentos en los que se contabilizaba el número de veces que copulaban un
determinado grupo de moscas del vinagre indicaron que si en el grupo de machos,
o de hembras, se incluye un reducido número de congéneres con algunas
diferencias genéticas, los individuos de ese grupo minoritario copulaban un
mayor número de veces que los pertenecientes al grupo mayoritario. Es decir,
ser diferente a la mayoría aumentaba la probabilidad de ser aceptado por el
sexo contrario. Algo similar ocurre con los humanos cuando en la edad de
búsqueda de pareja unos y otras quieren destacar, ser distintos, dejarse notar
y resaltar sobre la mayoría con el objeto de tener más éxito con el sexo
contrario. El mismo atractivo de la diferencia se da cuando en una población
más o menos uniforme aparecen foráneos de características diferentes a las que
están acostumbrados a ver de forma cotidiana. Así se dice que los españoles se
sienten atraídos por las suecas y, a su vez, a los suecos les atraen las
españolas. Imagino que algo similar ocurrirá en otras regiones del mundo.
3)
La selección natural, motor principal de la evolución, premia o selecciona al
que más se reproduce, lo que requiere sobrevivir al menos hasta la madurez
sexual.
En
la especie humana hace mucho que la selección natural dejó de funcionar. Los
que más se reproducen no lo hacen por tener mayor eficacia biológica sino por
cuestiones sociales y políticas que no vienen al caso.
En
muchas especies animales, en las que la evolución sigue funcionando de forma
natural, se han estudiado qué variantes tienen una mayor eficacia evolutiva, es
decir, qué les hace, en cada caso particular de cada especie, tener más éxito
reproductivo.
Uno
de los resultados más interesantes es el que se denomina "la ventaja de
ser raro" sin importar de qué rareza se trate. Cuando un animal carnívoro
busca una presa con la que alimentarse, busca la que mejor se adapta a la
imagen creada de cacerías previas, por tanto las más frecuentes en su entorno.
Aquellas posibles presas que tengan alguna apariencia o forma distintas, las
que se salgan de lo que le es normal, las que sean raras, serán, con mayor
probabilidad, rechazadas por el depredador. Los guepardos suelen comer
cervatillos de color gris oscuro cuyo número disminuirá si hay una presión
fuerte por parte de los depredadores. Si aparece un cervatillo albino o de otro
color distinto al más común, éstos no serán presa de los guepardos y sobrevivirán
y se reproducirán con mayor eficacia que los de color normal, lo que hará que
su número aumente en la población. Los raros tendrán una clara ventaja
reproductiva. Pero cuando la presas normales disminuyan su número de forma
acusada, se convertirán en raras y las de color diferente que se han
reproducido sin molestias ahora pasarán a ser las más normales. Esto motivará
que los guepardos hambrientos deberán aprender a reconocer como presas a las
gacelas de color diferente, que son ahora la norma, y dejarán de molestar a los
grises que ahora son los raros.
El
éxito de un buen mimetismo en muchas especies animales estriba en no ser
reconocido por sus depredadores. Cuando el número de individuos con el mismo
patrón de mimetismo es demasiado abundante en un territorio, los depredadores
acabarán por aprender a reconocerlos como alimento. Si en esas circunstancias
aparece en la misma especie una forma mimética distinta, no será reconocida por
los depredadores que han aprendido a reconocer a la más frecuente. Las formas
raras tienen, igual que en el ejemplo anterior, ventaja evolutiva sobre las
formas comunes. Pero la presión de los depredadores sobre los comunes, igual
que antes, los convertirán en los raros y los que antes eran los raros ahora
pasarán a ser los comunes, repitiéndose el ciclo de ventaja del raro, no
importando quién sea el raro.
Hemos
visto la presión evolutiva del depredador sobre la presa, pero también se da
presión de la presa sobre el depredador con ventaja, de nuevo, del más raro.
Los
guepardos comen cervatillos. Cuando los cervatillos disminuyan sus depredadores
pasarán hambre y comenzarán a disminuir. Si entre los guepardos aparece un
rarito que lo que le gusta comer son conejos, dispondrá de todos los conejos de
su entorno para él solo. Su probabilidad de supervivencia y de reproducción
será mayor que la de los hambrientos come-cervatillos. Tendrán ventaja por ser
raros y mientras les dure su rareza.
Hay
muchos otros ejemplos en el mundo animal y vegetal que muestran las evidentes
ventajas evolutivas de los más raros en un grupo, de la ventaja de ser
diferente.
Además
de los temas puramente biológicos yo te pregunto sobre tu mente ¿de quién
tienes más cosas que aprender?, ¿quién te aportará más ideas y conocimientos
nuevos? ¿el que es igual que tú o el más diferente a ti?
Aprendamos
a amar o, al menos, a respetar al diferente, es mucho más igual a ti de lo que
supones y siempre te aportará más de lo que esperas.
Por eso los chinos tienen tanto éxito, entonces. So they are.
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