Aunque parezca difícil creer, la mayoría del resto de
los mamíferos parece que sí pueden influir en la proporción de sexos que
genera.
La Ciencia nos ha traído durante la segunda mitad del
pasado siglo dos métodos que pueden casi asegurar que podemos elegir el sexo de
nuestro hijo, pero la legislación española ha ido en contra de este tan ansiado
deseo prohibiendo estos métodos, excepto en los casos de que el futuro hijo
tenga una alta probabilidad de padecer una enfermedad ligada al sexo, como la
hemofilia. Sin embargo, el
Instituto de Reproducción Cefer, con el apoyo de la Asociación Nacional de Clínicas
de Reproducción Asistida (Anacer), están promoviendo una Iniciativa Legislativa
Popular (ILP) para que los padres puedan tomar esta decisión sin justificar
fines terapéuticos, ya que elegir el sexo de un hijo es un ejercicio de
libertad que no compromete los derechos de nadie.
Las técnicas científicas que se aplican actualmente
son la fecundación in vitro con selección de los embriones con el sexo deseado
para ser implantados, y la inseminación artificial con espermatozoides
seleccionados que porten el cromosoma determinante del sexo deseado.
El sexo humano (recomiendo leer la entrada en este
blog titulada "¿Por qué lo llaman género cuando quieren decir sexo?")
, como el de casi todos los mamíferos, está determinado por el gen SRY que se
encuentra en el cromosoma Y. La actividad de este gen determina el desarrollo
de todos los órganos y funciones pertenecientes al sexo masculino; la ausencia
de este gen determina el desarrollo de una hembra. La forma, seleccionada por
la evolución, de conseguir un número similar de machos y de hembras se basa en
tener una pareja de cromosomas, denominados X e Y. El gen determinante del sexo
masculino se encuentra en el cromosoma Y, por lo que los machos de todos los
mamíferos tendrán la pareja XY mientras las hembras poseerán la pareja XX. De
esta forma, al formarse las células sexuales para la reproducción
(espermatozoides los machos, óvulos las hembras) con una sola copia de cada
pareja de cromosomas, los espermatozoides llevarán 22 cromosomas y un X o un Y al azar. Dado que las hembras tienen esta pareja de
cromosomas iguales, XX, sus óvulos contendrán todos los 22 cromosomas más un X.
La unión de las dos células durante la reproducción sexual producirá un macho
si el zigoto formado lleva los cromosomas XY, y será una hembra si lleva la
pareja XX. Por esta causa son los espermatozoides los que deciden,
por puro azar, el sexo del futuro hijo.
Usando un colorante fluorescente que discrimina entre
ambos cromosomas, podemos seleccionar al microscopio los espermatozoides con X
o con Y. También se pueden separar mediante centrifugación del esperma
ya que, al ser el cromosoma X mucho mayor que el Y, permitirá tener un
sedimento mayoritario con espermatozoides X y los que llevan el Y quedarán en
el líquido sobrenadante. Con estos métodos, durante la inseminación artificial
podremos seleccionar del esperma donante, los espermatozoides con el cromosoma
X o con el Y que tras la fecundación generarán una hembra o un macho
respectivamente. El éxito de estas técnicas son aproximadamente del 90 por
ciento en la selección de hembras y alrededor del 74 por ciento para la selección
de varones.
Otros métodos, con una total ineficacia probada,
intentan basarse en la idea de que los espermatozoides con el cromosoma Y, al
ser éste más pequeño que el X, serán más rápidos en sus desplazamientos, y los
poseedores del cromosoma X tendrán una vida media mayor. Así, para tener un
hijo varón el espermatozoide debe llegar a las
trompas casi a la vez que el óvulo, es decir, en el momento de la ovulación. En
este caso, las relaciones sexuales deben realizarse durante las 12 horas anteriores
a la ovulación. Para que el resultado sea una hembra, las relaciones sexuales
deberían realizarse entre 5 a 3 días antes de la ovulación para que los
espermatozoides que lleguen a fecundar al óvulo, cuando éste madure, sean
mayoritariamente los que lleven el cromosoma X.
En este método, a la gran variabilidad en la
velocidad y longevidad de los distintos espermatozoides hay que sumar la
inseguridad en la determinación del día exacto de ovulación, lo que lleva a
resultados nada satisfactorios.
Otros métodos, que podríamos clasificar de inútiles, se basan en la
posición durante el coito, en la dieta durante los meses previos al coito o en
antiguas leyendas chinas. Hay varias tradiciones sobre las posturas que más
influyen. Aparte de las ya mencionadas al principio, también son populares las
que prretenden aumentar la probabilidad de generar varones gracias a una penetración más
profunda y de hembras si la penetración es media.
Con la dieta se intenta modificar la acidez (pH) de las secreciones,
mucosa y útero de la madre. Así se crean los cuentos de que para tener chica la alimentación debe ser alta
en calcio y magnesio, mientras que las ricas en sodio y potasio serán más
proclives a dar chicos.
En china
se han dado todo tipo de leyendas con la finalidad de gestar el sexo deseado.
Una tabla, con una antigüedad de varios miles de años (ver figura), se basa en
la edad materna y el mes de concepción
del futuro hijo.

Pero no
solamente se han desarrollado una amplia variedad de métodos para elegir el
sexo del futuro hijo, una vez queda la madre embarazada también son variadísimas
las formas de predecir el sexo del hijo que lleva en el vientre. Veamos
algunas.
Fórmula matemática: El cálculo se basa en la edad que tenía la madre cuando
quedó embarazada, más su mes de nacimiento, más su mes de concepción (generalmente
14 días después del primer día de la menstruación). Si el resultado es impar es
un niño, si es par es una niña.
En el mundo gitano se aplica una variación más simplificada de la
anterior sumando sólo la edad de la madre y el mes en que quedó embarazada. Si
sale par es niño y si impar será niña.
En la prueba del aceite se echan unas gotas de aceite sobre la parte
mas saliente del vientre materno. Si el aceite se desliza rápidamente es un niño.
Si se desliza despacio es una niña.
El lenguaje de la naturaleza: Dicen que la naturaleza se comunica con
el hombre por medio de las formas. En este caso, si el vientre de la madre es
redondo, es que lleva una niña, mientras que si es puntiagudo es un niño.
El anillo: Algunas personas dicen que se debe usar el anillo de
matrimonio mientras otras creen válido cualquier anillo. Atar el anillo a un
hilo largo y usarlo como un péndulo sobre el vientre de la madre. Si el anillo
se mueve en círculo, es niña, si se mueve en línea recta, es niño.
De lo que
acaban de leer se puede deducir que, aunque hemos puesto todo nuestro empeño
para determinar el sexo de los hijos o para predecir el que crecía en el seno
materno, somos incapaces, excepto por los dos métodos clínicos pero prohibidos,
de elegir o, incluso, de aumentar la probabilidad de un sexo en nuestros
futuros hijos.
Sin
embargo, y aunque parezca difícil creer, la mayoría del resto de los mamíferos
parece que sí pueden influir en la proporción de sexos que genera.
En un
estudio publicado hace una semana (10 de julio de 2013) Thogerson y
colaboradores analizaron 2.300 animales pertenecientes a 198 especies
diferentes de mamíferos, y analizaron las genealogías de tres generaciones
recogidas durante más de 90 años en el zoológico de San Diego (California) con
objeto de estudiar la proporción de los sexos de los hijos y nietos de cada
individuo de la primera generación.
En contra
de la idea más popular de que en mamíferos la determinación del sexo es al azar
y que los padres invierten los mismos esfuerzos en el cuidado de los hijos para
obtener una relación de sexos de 50-50%, Trivers y Dan propusieron en 1973, y
revisado y actualizado por Cronk (2007), que los mamíferos manipulan el sexo de
sus descendientes con el fin de maximizar su propio éxito reproductivo, lo que
apoyaría la noción del gen egoísta de Dawkins.
Según los
autores del trabajo recientemente publicado, el número de
descendientes que puede producir un mamífero macho está limitado por con cuántas hembras
puede aparearse, mientras que en las hembras está limitado por el número de
descendientes que fisiológicamente puede producir. Esto hace que la
descendencia de un macho es una apuesta de alto riesgo y alto beneficio en la
lotería genética, mientras que en las hembras son apuestas seguras. Esto se
entiende porque los machos son productores de un número elevado de
descendientes mientras las hembras serían las que controlan la calidad
dependiendo de la calidad genética propia y del padre. En su estudio encuentran
que cuando las hembras producen mayoritariamente machos, estos hijos tenían 2,7
veces más descendientes por individuo de su generación que
aquellos cuyas madres dieron el mismo número de ambos sexos.
La
conclusión es que una mejor calidad genética de los progenitores propiciará un
número mayor de descendientes a lo largo de varias generaciones si producen una
mayor proporción de hijos machos, mientras que una calidad menor les llevaría a
la generación de una mayor proporción de hembras que controlarían mejor la
calidad genética en las sucesivas generaciones. Como consecuencia, cuando las
hembras de los mamíferos eligen el sexo de sus hijos lo hacen de manera estratégica
para producir más nietos de mejor calidad, "si producen mayoritariamente
hembras están haciendo una apuesta segura a la mejora de la calidad genética,
mientras que la mayor producción de machos es una apuesta de alta recompensa
pero con riesgo elevado. La generación de un macho fértil de alta calidad es
dar en el clavo de la capacidad de reproducción".
¿Cómo se manipula el sexo de la
descendencia? Aunque el mecanismo no está bien conocido, una teoría sostiene
que las hembras pueden controlar los espermatozoide que llevan el cromosoma X o
el Y a medida que avanzan a través de la mucosa en el tracto reproductivo porque
tienen diferentes formas, frenando o acelerando selectivamente el esperma que
desea seleccionar.
En el
proceso de reproducción de la mayoría de los mamíferos, los machos compiten
entre ellos por conseguir a las hembras, pero son ellas las que escogen al
ganador. De alguna manera, las hembras recogen el esperma de mayor calidad y
producirán el sexo que servirá a su estrategia. Esto hace que este proceso
evolutivo esté controlado, en gran medida, por las hembras. Los espermatozoides
serían sólo peones de un juego que se juega a lo largo de las generaciones.
Ya ven, no
somos la mejor especie en esta actividad ya que hemos perdido la capacidad de
aumentar nuestra eficacia evolutiva mediante la manipulación de la proporción
de sexos de nuestros descendientes. Esta pérdida quizás pueda deberse a que
hemos elegido una estrategia muy distinta para conseguir la mejor eficacia
evolutiva posible, el resultado en cuanto al número de descendientes al menos,
así lo demuestra. La evolución puede habernos llevado por una apuesta de alta
recompensa y muy alto riesgo sin necesidad de generar una proporción mayoritaria
de hijos varones. La pérdida de esta capacidad natural quizás la podamos
recuperar mediante el uso de las tecnologías biomédicas, las mencionadas
reproducción in vitro e inseminación artificial, si los políticos dejan de
aprobar leyes restrictivas para su utilización, sin conocimiento alguno de su
posible utilización y sus consecuencias evolutivas.
Me
pregunto ¿qué hubiera pasado si alguno de los inventos extraños ideados por los
hombres durante milenios para determinar el sexo de sus descendientes, que
estaría fuera del control político-legislativo, hubiese dado el resultado
deseado? ¿Cómo hubiéramos evolucionado si ninguna religión hubiera restringido
nuestra actividad sexual a la pareja estable-matrimonio, anulando la condición
natural de determinar el número de descendientes de un varón por el número de
hembras con las que pueda aparearse? ¿El deseo mayoritario de "buscar la
parejita" respecto del sexo de los hijos, puede no ser más que un deseo
condicionado por la evolución (por los genes) para asegurar una proporción de
sexos de 50-50% en una especie, como la nuestra, incapaz de manipular esta
proporción?
Dos mil años
de influencias sobre nuestra estructura evolutiva es demasiado poco tiempo para
apreciar ningún cambio. Quizás dentro de doscientosmil años les pueda responder
alguna de estas preguntas. Es cuestión de esperar un poco.
Referencias citadas
Cronk, L. 2007. Boy or girl: gender preferences from
a Darwinian point of view. Reproductive BioMedicine Online 15: 23-32
Thogerson C.M., C.M. Brady, R.D. Howard, G.J. Mason,
E.A. Pajor, G.A. Vicino, J.P. Garner. 2013. Winning the Genetic Lottery: Biasing Birth Sex Ratio
Results in More Grandchildren. PLoS ONE 8 (7): e67867 DOI: 10.1371/journal.pone.0067867
Trivers R.L., D.E. Willard.1973. Natural selection of
parental ability to vary the sex ratio of offspring. Science 170: 90-92